Ya sabéis la de palos y recortes que nos estamos llevando los ciudadanos de a pie. Sobre todo los que curritos somos. Pues bien, hay una nueva forma de presión a los gobiernos y poderes económicos, que en gran parte es la natural consecuencia de la necesidad, la precariedad y del cada vez menos prometedor futuro al que nos abocan los dirigentes, y que consiste sencillamente en no consumir. Hay seis millones de personas en este país que ya no pueden apenas consumir, y otros muchos millones sometidos a recortes, impuestazos y reformas laborales varias que desde luego no estamos en la mejor disposición de consumir. Yo hace tiempo que me autoimpuse el consumir por debajo de mis posibilidades, no sólo por «fastidiar» al poder, sino por el futuro de mi familia y para intentar mejorar el mundo. Os pongo unas razones de mayor a menor para no consumir:
– Ecologismo. En el actual modelo de producción, cualquier cosa que se consuma degenera la biosfera. Da igual si es un smartphone o una patata, aunque evidentemente en el primer caso el impacto será muchísmo mayor que en el segundo.
– Solidaridad con el Tercer Mundo. Casi cualquier cosa que compramos involucra, de algún modo, la explotación de ciertas personas en remotas partes del mundo. También origina guerras por el control de los recursos necesarios para fabricar cosas (petróleo, gas, uranio, coltán, diamante, etc.)
– Debilitar al estado y al capitalismo. Cada vez que eliges no consumir, Rajoy llora un poquito. Hay menos para los sobres.
– Coherencia con mi manera de entender el mundo. Me gustaría vivir en una sociedad más humana, austera, espiritual e intelectual. Desprecio tanta comodidad y cacharrito tecnológico absurdo. Además, considero que la industria automatizada y deslocalizada es incompatible con la libertad y realización humanas.
– Preparación ante el desastre inminente. El pico del petróleo y el cenit de otros recursos imprescindibles para la industrialización supondrán el colapso (lento o rápido, quién sabe) del sistema tecnoindustrial. Al rebajar voluntariamente mis niveles de consumo, me preparo psicológica y económicamente para el infernal futuro inmediato por venir.
– Ahorro. Soy casi pobre (en términos relativos a España) y obviamente no me conviene gastar demasiado. No obstante tendría margen para consumir más si quisiera o si las condiciones sociales y laborales no hubieran sido dinamitadas por los políticos corruptos y los lobbies económicos que los corrompen.